sábado, 23 de julio de 2011

Medianoche en París o ¡ríase s’il vous plait!.


Por Jaime Perales Contreras


Medianoche en París, la última película de Woody Allen, podría considerarse como  una lectura cinematográfica de París era una fiesta de Ernest Hemingway, la célebre crónica póstuma del escritor norteamericano sobre su vida parisina en la década de los veinte.
En París era una fiesta, Hemingway establece esa gran amistad del círculo intelectual de escritores y artistas de esa época, sobre el que gravitaban tres grandes personalidades: James Joyce, Getrude Stein y Silvia Beach: el artista,  el crítico y el editor, fueron las tres  emulaciones estéticas e intelectuales del círculo de jóvenes de aquella época.
Woody Allen, en su filme, capta mucho de esa vida parisina que Hemingway describió con gran maestría en su breve crónica, en la que todo el mundo era pobre, pero feliz, según narra Hemingway en su libro 
El filme cuenta, la historia de Gil (Owen Wilson), un guionista de cine que viaja a París  con su prometida Inez (Rachel Mc Adams) para  inspirarse en la ciudad luz  y escribir su primera novela. En un momento en el que ambos se separan momentáneamente, Gil, caminando a la medianoche, y aburrido de la vida moderna, se pierde en un callejón parisino, y, en la búsqueda por encontrar su hotel, un coche antiguo se detiene y lo invita a subirse.  El automóvil estaba conducido por  el novelista  Francis Scott Fitzgerald  y su esposa Zelda , quienes lo invitan a subirse para asistir a una fiesta. El carro sirve como una especie de  máquina del tiempo ---o “la fiesta movible” del título original en inglés del libro de Hemingway-- hace que Gil regrese a los añorados veinte de París y conozca en persona a todos los   grandes artistas y escritores que tanto admiraba: Gertrude Stein, Pablo Picasso, Djuna Barnes, Henry Mattisse, T.S Eliot y el propio Ernest Hemingway, entre muchos otros.
El filme muestra ese mundo poroso que existe entre la vida y la literatura. El tema, asimismo,   recuerda a uno de los cuentos que Allen publicó en The New Yorker, The Kugelmass Episode. En la narración, como se recuerda, el profesor Kugelmass, aficionado a  la novela Madame Bovary,  aburrido con su matrimonio, decide conocer al personaje y, con ayuda de Persky, un mago de segunda,  Kugelmass salta a la novela con ayuda de un gabinete mágico. Medianoche en París, parece una variación del cuento de Allen, por demás célebre, ya que ganó el premio O’Henry en 1978, por la mejor narración corta del año. Woody Allen de alguna manera, sugiere en la película, como en el cuento, que la literatura nos hace escapar de la realidad y, a su vez, paradójicamente, nos hace conocerla mejor.
En la película, como es la costumbre en los filmes de Allen, realiza varios gags elaborados y eruditos en que el espectador tiene que estar listo para reírse y explicarle al compañero de butaca la razón de por qué lo hizo. El ejemplo de cuando Gil le comenta a Buñuel,  que debería de realizar una película sobre una fiesta en el que nadie pudiera salir de las habitaciones, sin motivo o razón alguna.  Voilá, es el argumento de El Angel exterminador.Y, a Buñuel, en el filme, le parece la idea absurda. ¡Ríase, por favor!
Otro gag intelectual. Gil, es invitado por Salvador Dalí a cenar, y, de pronto, aparece, Luis Buñuel, con Man Ray, Buñuel se encuentra vestido exactamente de la misma manera que el cuadro que le hizo Dalí en su época de juventud. El cuadro y el pintor se encuentran, en cierta manera, cenando. ¡Riáse de nuevo, por favor! O, mejor dicho, para estar en ambiente, ¡ríase s’il vous plait!  
Asimismo, al igual que si estuviésemos presenciando un sketch de Saturday Night Live, el maquillaje de los actores es bueno, aunque se alcanza a identificar al histrión que representa a cada uno de los personajes. --Una regla de oro del programa cómico televisivo--. De tal manera que notamos que Kathy Bathes está personificando a Gertrude Stein y Adrien Brody a Salvador Dalí.
También es interesante es que Owen Wilson, en cierta manera, modula la voz y realiza los mismos ademanes que cuando Woody Allen actuaba en las películas. La experiencia extraña, por demás, es como si Allen hubiera reencarnado en Owen Wilson en el filme. ¿Owen Allen? ¿Woody Wilson?
La película, para muchos, ha sido uno de los mejores filmes, que ha hecho Woody Allen en su carrera como director. Aunque uno  de los motivos reales para que la película se haya convertido en un éxito de taquilla, más que el argumento, es que, al igual que lo hizo con Vicky, Cristina, Barcelona, en España, Allen efectúa varias tomas excelentemente realizadas de  Paris. Una experiencia memorable si se ve en cine y no en video. Esta, quizás, sea  una de las razones más interesantes  para decirle a su novia, o su novio, para que le pague el boleto  y vea esta comedia romántica el fin de semana.

jueves, 21 de julio de 2011

The Disturbing Reality of Lucian Freud

Some time ago, Literal published one of the most intriguing images a painter can create.  Unfortunately, Lucian Freud just passed and we can´t help remember him by sharing with our readers his work. A grandson of the psychoanalyst Sigmund Freud, the artist was born in Berlin in 1922. He emigrated with his family to London in 1933 to escape the Nazi takeover of Germany, and became a British citizen in 1939. His formal training was brief but included an important period in 1939 when he studied at painter Cedric Morris’s East Anglian School of Painting and Drawing in Dedham. Freud began to work full-time as an artist in 1942 and had his first solo exhibition in1944 at London’s Lefevre Gallery. Freud often describes his work as autobiographical, stating in 1974: “It is about myself and my surroundings. It is an attempt at a record. I work from the people that interest me and that I care about, in rooms that I live in and know. I use the people to invent my pictures with, and I can work more freely when they are there.”

martes, 5 de julio de 2011

Muros caídos, muros eregidos

Por Juan Goytisolo y Tzvetan Todorov

La caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, es uno de los acontecimientos más significativos de la historia europea, e incluso mundial, de los últimos dos siglos. Su significado va mucho más allá de su efecto inmediato, aunque éste tampoco es despreciable. La caída del muro no sólo permitió la libre circulación entre las dos partes de la ciudad, seguida unos meses después por la reunificación de Alemania, sino que anunció el derrocamiento de los regímenes comunistas en la Europa del Este, lo que a su vez abrió la vía, en los años siguientes, para su in- clusión en la Unión Europea, un acontecimiento de gran alcance histórico. Sin embargo, la caída del muro tiene un significado histórico aun más poderoso: es el primer indicio irreversible del hundimiento del comunismo. El desmembramiento de la urss, acaecido dos años después, se limitó a trasponer el suceso a escala mundial. Y el comunismo, por su parte, es uno de los fenómenos más notables de la historia europea: constituye la gran religión secular de los tiempos modernos, la que ha guiado el devenir de la Historia durante aproximadamente ciento cincuenta años.
El comunismo, como las religiones tradicionales, promete a sus fieles la salvación; ahora bien, como religión secular, anuncia el advenimiento de la salvación en la Tierra y no en el cielo, en esta vida y no después de la muerte. De este modo responde a las expectativas de millones de personas sumidas en la angustia de la pobreza y la injusticia y que ya no encuentran consuelo en las promesas de las antiguas religiones. De entrada, el comunismo se presenta también como un proselitismo ideológico, dispuesto a recurrir a la violencia: en el interior de cada país hay que ganar la lucha de clases; de un país a otro, hay que difundir la palabra verdadera y favorecer el advenimiento de los regímenes comunistas. Poco a poco, toda la humanidad debe acabar beneficiándose de los frutos de este mesianismo rojo.
         Evidentemente, las ideologías comunistas y anticomunistas no son la única causa, ni mucho menos, de los grandes acontecimientos del siglo pasado; a este respecto, desempeñan un papel esencial muchos otros factores políticos, sociales y económicos. Sin embargo, son estas ideologías las que proporcionan los argumentos de legitimidad política sin los cuales no habrían tenido lugar dichos acontecimientos, del mismo modo que la religión cristiana no es la causa de las cruzadas ni de las conquistas coloniales del siglo xvi, pero ni unas ni otras se habrían dado sin ese marco religioso. En este sentido, el comunismo es la gran fuerza estructurante de la historia desde 1848, primero en Europa y después en el resto del mundo. Es el fin de este movimiento de larga duración y enorme fuerza lo que anuncia en 1989 la caída del Muro de Berlín. En ese momento nació una gran esperanza en Europa, la esperanza de un mundo plenamente pacificado, pues el conflicto ideoló gico que había alimentado las tensiones en los tiempos de la Guerra Fría se había apagado. La caída del Muro de Berlín parecía augurar la de otros muros que subsistían en diversos lugares. Veinte años después, debemos reconocer que aquella esperanza no se vio coronada por el éxito. En lugar de desaparecer de la faz de la Tierra, los muros se han multiplicado. ¿Qué explicación tiene esto?
En primer lugar, recordemos que los seres humanos han construido muros desde la más remota Antigüedad: las murallas erigidas por Alejandro Magno, la Gran Muralla China, las fortificaciones que rodeaban el imperio romano (el “muro de Adriano”). Son barreras de protección contra las invasiones procedentes del exterior, y su función es impedir que los enemigos entren en nuestro territorio para atacarnos. La construcción que podría simbolizar esta función protectora es la fortaleza. En el pasado lejano, destruir un muro era una tarea ardua; con el tiempo, sin embargo, estas construcciones empleadas en la defensa militar se fueron abandonando progresivamente porque los avances tecnológicos (los explosivos) las volvieron ineficaces. 

*Editorial Katz publicará este libro en septiembre del 2011. Literal Magazine presenta sólo un adelanto