lunes, 19 de diciembre de 2011

Las Puertas del ego

Por Madelain González

Ésta es una serie de producciones fotográficas estampadas literalmente en puertas que captan los estados que se generan dentro del pensamiento y comportamiento humano, plasmanando lo que se llama psique, ser, alma, conciencia o incluisve demonio.
Las Puertas del ego es presentada por los artistas Blanca Charolet, Carlos Anadón y Carlos Latapí quienes han decido brindarnos tres miradas distintas a las manifestaciones del Yo.

Sus imágenes van más haya de una simple fotografía, buscan adentrarse a la consciencia de distintos egos, a través de estéticas representaciones del rostro, las manos, los ojos, el cuerpo que demuestran lo que pensamos.La inauguración contó con la presencia de Sabo Romo, Blanca Guerra y Héctor Terrones quienes encabezaron la exposición fotográfica y la calificaron como grandiosa.



domingo, 18 de diciembre de 2011

Gallery Sonja Roesch Turns 21

By José Antonio Simón
"I simply focused on aesthetics, substance, just powerful art" 
Sonja Roesch

           Already a stand out in the city of Houston for the superior art it displays, the Sonja Roesch Gallery will turn 21 in February of the next year. To celebrate it, they will feature a group exhibition comprised of many of the artists that have been displayed over the years starting January 14th until February 25th, 2012. The opening ceremony is scheduled for February 4, 2012, marking the 21st Anniversary since the Gallery opened its doors in 1991 in Germany. They moved the gallery to Houston in 1996, and made their entrance with series of satellite summer exhibitions that Roesch organized at the historic Purse Building in Downtown Houston.

It is no coincidence then, that they exhibition is themed on the French word ‘Accrochage’, which can refer to the installation of artwork, but can also mean a "collision" or "coupling". One might assume that an oil town like Houston might have trouble assimilating a type of gallery that focuses on minimalist, reductive and concept-based art. To establish a gallery focused on experimentation in art in a somewhat conservative surrounding is quite the undertaking.

However, you can look at it in a different way. Perhaps Houston had always needed an outlet for its artsy, creative and experimental side. Perhaps there was a disjointed need for art that needed to be "coupled" with society, and that the Sonia Roesch Gallery was the perfect bridge between the aesthetic ideal and practical society. Adversity or not, they are still one of the most outstanding galleries in Houston, and it's no surprise they've been in business for 21 years.

Congratulations to them, and let's hope for 21 more years of excellent art!

jueves, 15 de diciembre de 2011

Cantos de mi corazón by Ana María Martínez

By José Antonio Simón

After attending Ana María Martínez´s recital in Zilha Hall at the Hobby Center, I found myself glowing from within. It´s not every day one has the opportunity to see a terrific singer in such an intimate environment. On this occasion, she donated her time and voice to celebrate the unveiling of a planned Performing Arts and Conference Center at the University of Saint Thomas, for which the design was recently commissioned.*

To the risk of sounding egotistical, it truly felt like Martínez was signing directly to me (and I´m sure everyone else would say the same, but i know I´m right). She began with some coquette but moving Zarzuela and a couple of lush Italian arias. Her voice is one of the most defined and powerful voices I´ve ever heard. Afterwards, the UST Pop Singers performed two choral numbers and Martínez followed after them with eight cellos to sing one of my favorite pieces of music, the first movement of the Bacjiana Brasileira #5. Finishing that, we were eased back to earth from our heavenly voyage with a Cuban Zarzuela and a couple of Christmas songs.
To end it all, I drove back singing opera all the way home to the chagrin of my family, just to remember that recital and all the wonderful music we had the pleasure of enjoying.
*This memorable event, was chaired by Kelly and Martin Fein. Thanks to the generous grant from the Alkek Williams Foundation, USt has engaged Studio Red Architects to begin the design of a Performing Arts and Conference Center that will occupy a block of University Campus.

martes, 6 de diciembre de 2011

"Cualquier semejanza con el original es pura coincidencia": Manuel Rocha Iturbide

Por  Ariadna Ramonetti


Cualquier semejanza con el original es pura coincidencia de Manuel Rocha Iturbide reúne una serie de instalaciones sonoras y fotografías que abordan la idea de separación o distancia entre dos conceptos divergentes, profundamente arraigados en la estética occidental, como son la idea de lo original opuesta o encontrada con la percepción que tenemos como individuos sobre lo real. La idea de que habitamos un mundo de duplas, o copias en donde lo original sólo existe en un plano metafísico y por ende inaprehensible, es el fundamento de una buena parte de las piezas propuestas por Rocha Iturbide para esta muestra

A partir de magnificar diversas situaciones que ocurren en el ámbito de lo cotidiano -como es el caso de la instalación Siete cop(i)as la cual indaga sobre la frecuencia sonora fundamental de una copa de vino vacía, que al ser multiplicada por siete a partir de un modelo aparentemente igual, se convierten en siete copias con siete sonidos distintos-, el artista plantea una pregunta fundamental: ¿Existe un sonido original de la copa?, ¿O en realidad todos los sonidos posibles emitidos por las replicas del objeto son estados en potencia de ser un original pero fracasan en el intento?

Otra de las piezas fundamentales de la exposición es Air Waves On The Fields, instalación multicanal en donde diversos comentaristas de futbol de países como Brasil, Argentina, Francia, Alemania, etc., se convierten en jugadores ante la superposición de lenguas y estilos distintos para narrar un partido, dándole una riqueza expresiva a la obra que sólo es reconocible a través de los sonidos de la multitud en el estadio y los silbatos de los árbitros. Este connato de juego, hecho con  bocinas caseras y el trazo abstracto de una cancha a escala sobre el piso, nos permite recrear en nuestra mente a los pequeños hombrecitos corriendo tras el balón, representados -a manera de acontecimiento-, por las voces de los narradores en un espacio futbolístico inventado.
Sin título es otra de las piezas incluidas en la muestra, la cual consiste en una escultura sonora realizada a partir de una vía de tren de juguete que está circunscrita en la membrana circular de un tambor de piso, sirviéndole de base, y también conteniéndola a su vez en su circunferencia. El tren de juguete que da vueltas sin fin, produce un leve ruido, sonido miniatura que nada tiene que ver con un tren corriendo  sobre una vía verdadera, pero la membrana del tambor vibra al paso del tren a escala, y esta a su vez es amplificada por un micrófono de contacto, produciendo entonces un tremendo ruido que  nos recuerda el sonido de un tren verdadero.
Por último, las fotografías  -Autofocos, Enmarañados, Curvas, Faro con cables, Pas de deux, Desborde...-  que también se incluyen en la exposición, son el registro de una serie de objetos encontrados al azar, la mayoría de ellos en el espacio público en donde, como espectadores, nos cuestionamos sobre las posibilidades de lo real y cognoscible a partir de un soporte que desde su invención en el siglo XIX, ha anulado por completo los límites de la representación. Así, las fotografías de Rocha Iturbide en el contexto de esta exposición, contribuyen a reiterar a partir de imágenes, que Cualquier semejanza con el original es pura coincidencia es una pregunta al aire, una coincidencia fortuita que busca indagar sobre la pertenencia de lo original a un contexto o modo de hacer específico, deconstruyendo su significado cultural para dar paso a la simulación de lo real.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Poemas de Nicanor Parra, Premio Cervantes


Soliloquio Del Individuo


Yo soy el Individuo.
 Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían alguans ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
Y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me inchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Arboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.


Manifiesto

Señoras y señores 
Esta es nuestra última palabra.
-Nuestra primera y última palabra-
Los poetas bajaron del Olimpo.

Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
Pero para nosotros
Es un artículo de primera necesidad:
No podemos vivir sin poesía.

A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto-
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.

Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días
No creemos en signos cabalísticos.

Además una cosa:
El poeta está ahí
Para que el árbol no crezca torcido.

Este es nuestro mensaje.
Nosotros denunciamos al poeta demiurgo
Al poeta Barata
Al poeta Ratón de Biblioteca.
Todos estos señores
-Y esto lo digo con mucho respeto-
Deben ser procesados y juzgados
Por construir castillos en el aire
Por malgastar el espacio y el tiempo
Redactando sonetos a la luna
Por agrupar palabras al azar 
A la última moda de París.
Para nosotros no:
El pensamiento no nace en la boca
Nace en el corazón del corazón.

Nosotros repudiamos
La poesía de gafas oscuras
La poesía de capa y espada
La poesía de sombrero alón.
Propiciamos en cambio
La poesía a ojo desnudo
La poesía a pecho descubierto 
La poesía a cabeza desnuda.

No creemos en ninfas ni tritones.
La poesía tiene que ser esto:
Una muchacha rodeada de espigas
O no ser absolutamente nada.

Ahora bien, en el plano político
Ellos, nuestros abuelos inmediatos,
¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!
Se refractaron y se dispersaron 
Al pasar por el prisma de cristal.
Unos pocos se hicieron comunistas.
Yo no sé si lo fueron realmente.
Supongamos que fueron comunistas,
Lo que sé es otra cosa:
Que no fueron poetas populares,
Fueron unos reverendos poetas burgueses.

Hay que decir las cosas como son:
Sólo uno que otro
Supo llegar al corazón del pueblo.
Cada vez que pudieron 
Se declararon de palabra y de hecho 
Contra la poesía dirigida
Contra la poesía del presente
Contra la poesía proletaria.

Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural 
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros 
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas.
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
«Libertad absoluta de expresión».

Hoy nos hacemos cruces preguntando
Para qué escribían esas cosas
¿Para asustar al pequeño burgués?
¡Tiempo perdido miserablemente!
El pequeño burgués no reacciona
Sino cuando se trata del estómago.

¡Qué lo van a asustar con poesías!
La situación es ésta:
Mientras ellos estaban
Por una poesía del crepúsculo
Por una poesía de la noche
Nosotros propugnamos
La poesía del amanecer.
Este es nuestro mensaje,
Los resplandores de la poesía
Deben llegar a todos por igual
La poesía alcanza para todos.

Nada más, compañeros 
Nosotros condenamos
-Y esto sí que lo digo con respeto-
La poesía de pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.

Contra la poesía de las nubes 
Nosotros oponemos
La poesía de la tierra firme
-Cabeza fría, corazón caliente
Somos tierrafirmistas decididos-
Contra la poesía de café
La poesía de la naturaleza
Contra la poesía de salón 
La poesía de la plaza pública
La poesía de protesta social.
Los poetas bajaron del Olimpo.


sábado, 26 de noviembre de 2011

Discurso de Fernando Vallejo al recibir el Premio FIL

Les diré brevemente que me siento muy honrado por el premio que me dan; que no pienso que lo merezca; que este diploma lo guardaré en mi casa con orgullo; y que los ciento cincuenta mil dólares que lo acompañan se los doy, por partes iguales, a dos asociaciones caritativas de México: los "Amigos de los Animales", de la señora Martha Alarcón de la ciudad de Jalapa; y los "Animales Desamparados", de la señora Patricia Rico de la ciudad de México. En mi encuentro del lunes con los jóvenes universitarios que tendrá lugar en esta misma sala, se los entregaré a las señoras.
             Habría preferido que esos dólares se los hubiera dado la FIL directamente a ellas sin pasar por mí, porque cuando tomo dinero me tengo que lavar las manos, pero no pudo ser por razones burocráticas. Eso de la lavada de las manos es una manía que me viene de la infancia, de la educación familiar. Cada que cogíamos una moneda, mi mamá nos decía: "Vaya lávese las manos m'hijo, que tocó plata". (Allá a los niños les hablan de "usted".) De unos niños educados así, ¿qué se podía esperar? Puros pobres. Me hubieran educado en la escuela del PRI, y hoy estaría millonario. ¡Pero qué iba a haber allá PRI! Medellín era una ciudad encerrada entre montañas, lejos del mundo y sus adelantos. Y mi mamá viendo microbios por todas partes como si fuera bacterióloga. No. Era una señora de su casa entregada a la reproducción como quiere el papa, una santa. ¡Cómo la hicimos sufrir! Muy merecido. ¡Quién la mandó a tener hijos! 
           De México supe por primera vez de niño, una noche de diciembre próxima a la navidad, lo recuerdo muy bien. Estábamos en el corredor delantero de Santa Anita, la finca de mis abuelos, con mis abuelos, rezando la novena del Niño Dios. Entonces éramos pocos, cinco o seis, aunque después fuimos muchos. Mis papás tenían instalada en Medellín una fábrica de niños: niños carnívoros que alimentaban con costales de salchichas, unos demonios, unas fieras, todos contra todos, mi casa era un manicomio, el pandemónium. El papa, Pío Doce, les mandó de Roma un diploma que un vecino nos compró en la Via della Conciliazione con indulgencia plenaria (que costaban más), para que se fueran los dos derechito al cielo sin pasar por el purgatorio por haber fabricado tanto niño que se les habrían de reunir todos allá a medida que el Señor los fuera llamando. ¡Qué nos iba a llamar! Nos hemos ido yendo de uno en uno a los infiernos y el que nos llamó fue Satanás. 
                Santa Anita estaba entre los pueblos de Envigado y Sabaneta, en la mitad de la carretera que los une, a ocho kilómetros de Medellín, lejísimos. Hagan de cuenta saliendo de la Ciudad de México camino de Tlanepantla. Teníamos que ir en carro, en el Ford de mi papá. Si no, habríamos podido ir en burro: en la burrita de la canción de Ventura Romero: "Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú. Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú". Tarata tata tara tara tata tata tara tara tata tata tara tata tá. "¡Burra! ¡Burra! Ya vamos llegando a la Mesa de Cacaxtla. ¡Burra! Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú a mi burrita y aunque vaya enojadita porque no le di su alfalfa porque no le di su máiz". ¡Qué raro! También en Antioquia decíamos "máiz"! Antioquia es hagan de cuenta Jalisco. El disco de la burrita lo trajeron mis papás de México esa noche. En setenta y ocho revoluciones que era los que había entonces. Una aguja gruesa iba de surco en surco tocándolos (los surcos que abrían en la tierra las yuntas de bueyes roturando los campos de Sayula hace cien años, cuando pasó por aquí mi paisano el poeta Porfirio Barba Jacob), y de tanto tocarlos uno los discos se rayaban y la aguja se atascaba en el rayón, y seguía tocando lo mismo, lo mismo, lo mismo. "Pobrecita mi burrita ya no quiere caminar, da unos pasos p'adelante, otros pasos para atrás..." El disco me sigue resonando desde entonces, atascado, en mi corazón rayado.      
        Venían de México por el camino de entrada de Santa Anita en dos carros, con los faros rompiendo la oscuridad. Pero en el corredor nosotros no estábamos a oscuras, no: iluminados. ¡Cómo íbamos a rezar a oscuras la novena del Niño Dios! Además en Medellín ya había luz eléctrica. Yo seré viejo pero no tanto. Yo soy posterior al radio y al avión. El que sí me tocó ver llegar fue el televisor, la caja estúpida. Estaban también encendidas esa noche las luces del pesebre, el nacimiento, donde nacía en lo alto de una montaña el Niño Dios. Lucecitas verdes, rojas, azules, amarillas, de todos los colores. Nos íbamos ya a dormir cuando llegaron. Venían cargados de juguetes. Maromeros de cuerda que daban volteretas en el aire... Jeeps con llantas de caucho, o sea de hule... Sombreros de charro para niños y para viejos... Una foto de mis papás en La Villa manejando avión. Las trescientas sesenta y cinco iglesias de Cholula. Un tren eléctrico. La Virgen de Guadalupe. Pocas veces he visto brillar tan fuerte, enceguecedora, la felicidad. Y con el disco de Ventura Romero de la burrita traían, en el álbum de las maravillas, a José Alfredo Jiménez y a Rubén Méndez: "Ella", "Pénjamo", y ese "Senderito" que me rompe el alma cantado por Alfredo Pineda, que fue el que amó Medellín. Y al más grande de todos, Fernando Rosas, de Jerónimo de Juárez, Estado de Guerrero, el de la "Carta a Eufemia": "Cuando recibas esta carta sin razón, Ufemia, ya sabrás que entre nosotros todo terminó, y no la des en recibida por traición, Ufemia, te devuelvo tu palabra, te la vuelvo sin usarla, y que conste en esta carta que acabamos de un jalón". ¡Muy bien dicho, tocayo, a la China con la méndiga! El fraseo perfecto, la dicción perfecta, y eso que mi tocayo era de Guerrero y cuando hablaba no podía pronunciar las eses. Y las trompetas burlonas detrás de él haciendo jua, jua, jua, en el registro bajo, riéndose de mí y del mundo, y detrás de ellas punteando, siguiéndolas como unos gordos cojos, los guitarrones: do, sol; do, sol; do, sol. Tónica, dominante; tónica, dominante; tónica, dominante. Sólo eso van diciendo, pero sin ellos no hay mariachi, como sin muerto no hubo fiesta
        ¡Ah!,  se me olvidaba Chava Flórez, el compositor, el genio de los genios, amigo de mi tocayo Fernando Rosas! Juntos echaron a rodar por el mundo "Peso sobre peso", la canción más burlona: "Mira, Bartola, ái te dejo estos dos pesos. Pagas la renta, el teléfono y la luz. De lo que sobre, coges d'iái para tu gasto. Guárdame el resto pa comprarme mi alipús". Ta ra ta ta ta tán. Ésa era la que le cantaba todavía a México el PRI cuando llegué de Nueva York hace cuarenta años. Y se la siguió cantando otros treinta, hasta ajustar setenta, cuando los tumbó mi gallo. ¡Qué noche tan inolvidable aquella cuando lo dijeron por televisión! Tan esplendorosa, o casi, como la de la finca Santa Anita de que les he hablado. Fernando Rosas murió joven, una noche, allá por 1960, en Acapulco. Lo mataron por defender a un borracho al que estaba apaleando la policía. Fernando Rosas, tocayo, paisano, te mató la policía de Acapulco, los esbirros del presidente municipal. La siniestra policía del PRI, semillero de todos los cárteles de México.
             Mi gallo era un gallo con botas. No bien subió al poder y se instaló en los Pinos, se infló de vanidad y se transformó en un pavorreal, y el pavorreal en un burro, y la quimera de gallo, pavorreal y burro empezó a rebuznar, a rebuznar, a rebuznar, día y noche sin parar, hasta que ajustó seis años, cuando se le ocurrió, como a Perón con Evita o con Isabelita, que podía seguir rebuznando otros seis a través de su mujer. No se le hizo, no pudo ser. Hoy de vez en cuando rebuzna, pero poco, y lo critican. ¡Por qué! Déjenlo que rebuzne, que se exprese, que él también tiene derecho. Yo soy defensor de los animales. Yo quiero a los burros, a los pavorreales, a los perros, a los gallos. Cuando estoy cerca de ellos se me calma unos instantes el caos de adentro y creo sentir lo que llaman la paz del alma.
           Yo venía pues de Nueva York, una ciudad de nadie, un hormiguero promiscuo que nunca quise, y de un país que tampoco, plano, soso, lleno de gringos ventajosos y sin música. Los anglosajones no nacieron para la música: se enmarihuanan y con una guitarra eléctrica y un bombo hacen ruido. Mi primera noche en México, en la plaza Garibaldi, ¡cómo la voy a olvidar! Cien mariachis tocando cada cual por su lado en un caos hermoso. Todo lo que tocaban me lo sabía. Y más. Yo sabía de boleros y rancheras lo que nadie. Entré al Tenampa. ¿La hora? Diez de la noche. Me sentía como un curita de pueblo tercermundista entrando al Vaticano por primera vez, y que se arrodilla para comulgar. Yo también comulgué, pero con tequila. Desde un mural de una pared enmarcado por unos tubos fluorescentes de colores me miraba José Alfredo, y en la noche del Tenampa brillaba el sol de México. "¿Qué más va a tomar, joven?", me preguntó el mesero. "Otro". Entonces sí estaba joven, pero hoy me siguen preguntando igual: "¿Qué va a tomar joven?" ¡Cómo no va a ser maravilloso un país donde la gente ve tan bien!
           Y el amanecer, mi primer amanecer, ¡qué amanecer! Había llegado a un hotelito viejo, pobre, del centro, de altos techos, fresco, de otros tiempos, el más hermoso en que haya estado. Me despertaron las campanas y los gallos. ¿Tañido de campanas? ¿Canto de gallos? ¡Claro, los gallos de las azoteas y las campanas de las iglesias, y el sol entrando por mi ventana! ¡Y yo que venía del invierno de Nueva York donde amanecía a las diez y oscurecía a las cuatro y se me achicaba el alma! Salí a la calle, al rumor envolvente de la calle. México vivo, el del pasado más profundo, el eterno, el mío, el que se ha detenido en mi recuerdo, el de siempre, el que no cambia, el que no pasa, el de ayer. "¿En qué estás pensando, México? ¿A quién quieres para quererlo? ¿A quién odias para odiarlo?" Inescrutable. Ni una palabra. Jamás me contestó. Entonces aprendí a callar. Y han pasado cuarenta años desde esa noche en el Tenampa y ese amanecer en ese hotelito de la calle de Isabel la Católica y esa mañana soleada, y me fui quedando, quedando, quedando, y aquí he escrito todos mis libros y hoy me piden que hable, pero como México calla, yo tampoco pienso hablar. Sólo para decirles que me siguen resonando en el alma unas canciones.
          Yo digo que la muerte no es tan terrible como se cree. Ha de ser como un sueño sin sueños, del cual simplemente no despertamos. Yo no la pienso llamar. Pero cuando llegue y llame a mi puerta, con gusto le abro.
          Nadie tiene la obligación de hacer el bien, todos tenemos la obligación de no hacer el mal. Y diez mandamientos son muchos, con tres basta:
         Uno: no te reproduzcas que no tienes derecho, nadie te lo dio; no le hagas a otro el mal que te hicieron a ti sacándote de la paz de la nada, a la que tarde que temprano tendrás que volver, comido por los gusanos o las llamas.
             Dos: respeta a los animales que tengan un sistema nervioso complejo, como las vacas y los cerdos, por el cual sienten el hambre, el dolor, la sed, el miedo, el terror cuando los acuchillan en los mataderos, como lo sentirías tú, y que por lo tanto son tu prójimo. Quítate la venda moral que te pusieron en los ojos desde niño y que hoy te impide percibir su tragedia y su dolor. Si Cristo no los vio, si no tuvo ni una palabra de amor por ellos, ni una sola (y búscala en los evangelios a ver si está), despreocúpate de Cristo, que ni siquiera existió. Es un burdo mito. Nadie puede probar su existencia histórica, real. Tal vez aquí el cardenal Sandoval Íñiguez...
           Y tres:  no votes. No te dejes engañar por los bribones de la democracia, y recuerda siempre que: que no hay servidores públicos sino aprovechadores públicos. Escoger al malo para evitar al peor es inmoral. No alcahuetees a ninguno de estos sinvergüenzas con tu voto. Que el que llegue llegue respaldado por el viento y por el voto de su madre. Y si por la falta de tu voto, porque el día de las elecciones no saliste a votar un tirano se apodera de tu país, ¡mátalo!

jueves, 24 de noviembre de 2011

Culturas de la empatía


Por Feitz Breithaupt

Hace un par de años, cierta vez me quedé conversando un rato con algunos colegas después de un grupo de lectura. Nuestro trabajo concentrado en el texto ya había concluido, por lo cual podíamos dejar vagar libremente nuestros pensamientos. La conversación nos llevó a la cuestión de la empatía, tema sobre el cual, tal como mis colegas sabían, yo quería dictar un curso. Surgió una pregunta simple: la empatía ¿es algo que la mayoría de las personas percibe mediante patrones similares o no? ¿Existe una escena primaria de la empatía que todos compartimos? Decidimos hacer la prueba, que cada uno contara su recuerdo más claro de un momento en el que se hubiera puesto en la piel de otro. La primera de las historias que se contaron ese día fue la siguiente:

"En mi primer departamento de estudiante había un ratón. Cada tanto lo oía en la cocina y veía sus huellas, pero no lograba atraparlo. Una mañana entré en la cocina y sentí un ruido extraño, como de arañazos, que provenía de la pileta. Me acerqué y descubrí que el ratón se había caído en la pileta. No tenía cómo sujetarse de las paredes resbaladizas y había quedado atrapado. Me quedé contemplándolo unos instantes, y él me miró a mí. Después abrí el grifo, y entonces el ratón fue arrastrado junto con el agua hacia el garbage disposal (una trituradora eléctrica de basura). Entonces apreté el botón."

Esta historia es notable en múltiples sentidos. Aquí la empatía no es la simpatía* positiva por otra persona que está en apuros, sino que se asocia más bien inmediatamente a una conciencia criminal, a un cargo de conciencia. Además, es probable que la similitud entre la persona que empatiza y el ratón sea relativamente escasa. En cambio, hay toda una historia previa que enfrenta al humano y al ratón. Sin embargo, esta historia, al menos para su narrador, representa una experiencia de empatía que establece un lazo entre él y el ratón.

Por el momento, no abordaremos la cuestión de si esta historia del pobre ratón tiene realmente las características de una escena primaria de la empatía (en el capítulo iv de este libro  se elabora una propuesta de cómo podría ser una escena primaria semejante).Lo importante en este caso es que antes del episodio con la trituradora de basura el narrador estaba lejos de sentir compasión o simpatía por el ratón. Es evidente que algo en esa situación lo llevó a deponer su actitud neutral o negativa. Por lo tanto, es posible que la empatía pueda ser activada o desactivada. Esta suposición, por simple que suene, fue  el punto de partida de Culturas de la empatía.

* En alemán “mitgefühl”. En el presente trabajo, el término “simpatía” no está usado en su sentido corriente, sino que debe entenderse en forma neutral, es decir, como la relación en virtud de la cual la acción de un individuo induce la misma emoción en el otro (ya sea ésta positiva o negativa).
Consecuentemente, “simpatizar con el otro” (mitfühlen) signifi ca aquí “sentir la misma emoción que él”. El autor da cuenta en el texto de la evoluciónhistórica del concepto, alternando su uso con el de “mitleid”, que es el término utilizado por Lessing (y traducido aquí como “compasión”), y con el
de “sympathy”, utilizado por David Hume. [N. de la T.].
**Agradecemos el permiso de reproducción de la Editorial Katz

viernes, 18 de noviembre de 2011

¿Quién es el que anda ahí? (Sobre el filme: La cosa de otro mundo)

Por Jaime Perales Contreras.


El escritor de ciencia ficción John Wood Campbell en su nouvelle titulada: Who Goes There? (¿Quién es el que anda ahí?),  publicada en 1938, se preguntó lo siguiente: ¿Qué pasaría si una criatura tuviera la capacidad de transformarse en cualquier animal o persona y absorbiera todos sus recuerdos y habilidades? Además, como ventaja adicional, esta criatura no tendría depredadores naturales debido a que tendría la facultad de imitarlos. La respuesta es muy sencilla: ¡Conquistaría el mundo! Referida despectivamente en la novela como La cosa este ser vegetal asimila el cuerpo de cualquiera,  sin prejuicio alguno, con un propósito incierto, aunque se sospecha que no es precisamente muy recomendable.
La novela, hasta la fecha, ha inspirado tres filmes. La primera versión de la historia  de Campbell fue dirigida en 1951 por Howard Hawks, alias El halconero, como lo apodó el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, y Christian Nyby. La cosa fue caracterizada por el actor James Arness, el famoso Marshal Matt Dillon, de la longeva serie de televisión  La ley del revólver, el cual con sus impresionantes dos metros y fracción de estatura complementados con una cara enlodada de maquillaje, colmillos falsos y gruñidos atemorizantes, ayudaron a representar a este monstruo intergaláctico que se dedicó, durante toda la película, a aterrorizar y liquidar como mosquitos, al grupo de expedicionarios en La Antártida. La película fue un éxito absoluto, aunque  el guión escrito por el propio Howard Hawks, en colaboración con Charles Lederer y Ben Hecht, estuvo muy alejado de la novela de Campbell.
Treinta y dos años después, un joven aficionado al cine de Hawks, llamado John Carpenter, decidió hacer una versión más digna de la novela, llamada La cosa de otro mundo. La versión de Carpenter, no sólo sigue de manera más fidedigna la historia, sino que la mejora en mucho. Hay más acción y la criatura tiene las características que se describen en  la ficción del novelista norteamericano. Protagonizada por Kurt Russell, el filme, no fue un éxito de momento. Sin embargo, actualmente La cosa de otro mundo se considera no sólo un filme de culto, sino una de las 100 películas de horror más memorables en la historia del cine.
En este año, se hizo otro homenaje, pero esta vez, a la película de Carpenter, titulada con el mismo nombre. La película es una precuela. Se sitúa en 1982, exactamente, al poco tiempo que ocurre  el filme del director de Halloween y de Escape de Nueva York. Es decir, nos explica el momento  en que un grupo de expedicionarios noruegos y norteamericanos en el Polo Sur, se encuentran por primera vez con el ser de otro planeta y concluye exactamente cuando inicia la película de John Carpenter.
La película se esperaría aburrida debido, a que, si se vio la versión de Carpenter, se sabe de antemano el desenlace de los expedicionarios. Sin embargo, el filme está muy bien llevado por su director Matthijs van Heijningen Jr.  La criatura, a  casi treinta años de la adaptación fílmica de John Carpenter, nos provoca saltar de la butaca en más de una ocasión.
Curiosamente, a diferencia de las otras dos versiones, la protagonista es una mujer (Mary Elizabeth Winstead), quien, su personaje, nos recuerda fácilmente a Ellen Ripley, la valiente astronauta mujer que desafía a Alien,  otra criatura memorable del cine de ciencia ficción y horror, caracterizada por Sigourney Weaver. 
 La cosa de otro mundo es un filme interesante en donde la trama y la acción de la película le harán dudar si la persona que la acompaña a verla, no es un ser de otro planeta.

martes, 15 de noviembre de 2011

El poeta en el mundo


Por Antonio Muñoz Molina


La gran ventaja de la ignorancia es que permite de vez en cuando la alegría del descubrimiento. Yo escribo ahora mismo urgido por esa alegría, por el asombro de haber encontrado una escritura de la que hasta hace unos días no sabía nada y que ahora va conmigo como una voz nueva y fiel, con esa suprema cualidad portátil que tiene la poesía, gracias a la cual uno puede llevar en el bolsillo la obra completa de una vida. El mes pasado, cuando oí o leí el nombre del ganador del Nobel de Literatura, me encogí de hombros, casi como todo el mundo, con ese instinto de recelo o indiferencia hacia lo desconocido del que no está libre nadie. Un poeta sueco. Un poeta sueco con un nombre que uno nunca ha escuchado y que no se le queda en la memoria. Tomas Tranströmer. Uno, aunque no lo quiera, es tan provinciano que automáticamente considera falto de mérito o poco importante a un escritor por el simple hecho de que nunca ha escuchado su nombre. Como si uno lo supiera todo.
Pero encontré aquí y allá opiniones favorables de personas de las que me fío y me despertó simpatía la imagen de ese hombre reducido al silencio y paralizado a medias que tenía en las fotos una cara de inteligencia y bondad y que sigue tocando el piano aunque apenas pueda hablar. Me prometí que leería algo, aun con la expectativa limitada de la traducción. Leer poesía traducida es aceptar que uno está perdiéndose en el mejor de los casos entre la cuarta parte y la mitad de lo que hay en el original. Leer poesía traducida de una lengua que uno ignora por completo es saltar al vacío. Poesía, argumentan algunos derrotistas, es precisamente aquello que se pierde al ser traducido.
Hay poetas, poemas, que resisten bien la traducción. Antonio Machado y Federico García Lorca, que nunca faltan en las secciones de poesía de las buenas librerías americanas, se leen con una claridad magnífica en inglés. Una buena parte de la gran poesía americana, su naturalidad expansiva, viaja bien al español: incluso la solemnidad visionaria de Wallace Stevens, o el fraseo fingidamente coloquial de William Carlos Williams, que tradujo por cierto a Miguel Hernández, y que a veces tiene un ritmo entrecortado como de Jorge Manrique. Y hay fenómenos prodigiosos como las traducciones que ha hecho Edith Grossman de los sonetos que a uno le parecen más intraducibles de Quevedo o de Góngora, o el más difícil todavía de las Soledades, que cuando Edith las recita en inglés parece que se escribieron en esa lengua y también que preservan intactos los retorcimientos y los relumbres de Góngora.
Pero cómo sería posible trasladar al español la cantinela de metrónomo o de redoble fúnebre de Baudelaire o de Mallarmé, o esa música sofisticada que dicen que hay en la poesía rusa. O la tensión sintética de la poesía latina, que une entre sí las palabras con una fuerza recóndita tan poderosa como la que une los protones y los neutrones en el núcleo de un átomo.
Tengo la intuición de que Tomas Tranströmer sí puede ser razonablemente bien traducido. Hace unos días, en la primera librería de Nueva York en la que entré con algo de hambre atrasada después de meses de ausencia, vi de nuevo su nombre que había olvidado y un volumen austeramente editado en blanco y negro por New Directions que contiene toda su obra poética en prosa y verso en poco más de doscientas cincuenta páginas. Se titula The Great Enigma, y el traductor al inglés es Robin Fulton. Uno a veces compra los libros no porque tenga verdadero interés sino por la simple gula de comprarlos. Pero New Directions es la editorial que publicó originalmente a William Carlos Williams, y también a mi muy admirada Denise Levertov, y parece que sus libros tienen una astucia sutil para deslizarse entre los dedos del lector aturdido o abrumado por un exceso de posibilidades. No puedo imaginar cómo sonarán en sueco los poemas de Tomas Tranströmer. Pero en inglés, en un banco en un parque al sol de noviembre, en un vagón de metro, en una noche silenciosa de insomnio, junto a una ventana en una tarde en la que ha cambiado la hora y se hace de noche inesperadamente, esa poesía desconcierta un poco primero como una música que uno no ha escuchado nunca y después se impone, gradualmente, hasta un punto parecido a la intoxicación, o a lo que llamó Claudio Rodríguez el don de la ebriedad.
La mejor literatura tiene un efecto físico. Provoca una inundación de vehemencia, como la inundación de endorfinas de una carrera o de una caminata larga y sostenida. Es el efecto físico de Whitman, o del Antiguo Testamento, el de Campos de Castilla o Poeta en Nueva York, el de Las flores del mal, el de Moby Dick o ciertos capítulos de Ulises. Yo he salido a caminar durante dos horas a lo largo de la orilla del río Hudson y he llevado conmigo los poemas de Tomas Tranströmer. Hay que encontrar el ritmo de la caminata, lo primero de todo. Hay que adaptar el oído: como cuando uno se familiariza despacio con una música rara y poco a poco arrebatadora, los cuartetos de cuerda de Béla Bartók, la música de cámara de Elliott Carter, los Preludios de Ligeti. Al principio la voz de Tranströmer es así de chocante. No la hemos escuchado nunca. No se parece a ninguna otra. Lo cotidiano y lo visionario se superponen en el mismo poema, los paisajes de la naturaleza y los de los sueños, la pesadumbre sórdida de la soledad y la franca alegría del amor. Unas veces la forma se contiene hasta la concisión de un haiku: otras se expande en anchas corrientes narrativas, a la manera de Eliot en los Cuatro cuartetos o de los encabalgamientos de Whitman o las amplitudes épicas de Derek Walcott, con su confianza casi insolente en la potestad de la poesía para abarcar el mundo.
Pero en Tranströmer hay, junto a la posibilidad de la desmesura, una contención probablemente escandinava. Es un Whitman o un Walcott metido para adentro, un Eliot sin solemnidades litúrgicas, aunque con una intuición severa de lo sagrado. Me paro a descansar en mi caminata frente al río y abro de nuevo el libro de Tranströmer. Qué mezquindad, qué apocamiento que la literatura se mida con la literatura, el arte con el arte. Con lo que la literatura y el arte tienen que medirse es con el mundo, con la misma vida, como se miden las manos extendidas de hierro de Eduardo Chillida con el mar Cantábrico, o los enanos de Velázquez y los fusilados de Goya con nuestra pobre condición humana. Frente a la anchura del Hudson leo Bálticos, el poema más largo de Tomas Tranströmer, que arranca hablando de su abuelo materno cuando pilotaba buques en la bruma incierta del mar, y la poesía, incluso traducida, resiste la confrontación con ese paisaje desmedido.
En cuanto termine de escribir y haya mandado esta crónica seguiré leyendo.

The Great Enigma. Tomas Tranströmer. Traducción de Robin Fulton. New Directions, 2007. 288 páginas. ndbooks.com/book/the-great-enigma. Tomastranstromer.net. En español, la obra de Tomas Tranströmer está publicada en Nordicalibros, Hiperión y bid & co editor, y en catalán en Periféric. antoniomuñozmolina.es

Major Mexican Photographers at the SFMOMA



From March 10 through July 8, 2012, the San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA) will present the exhibition Photography in Mexico: Selected Works from the Collections of SFMOMA and Daniel Greenberg and Susan Steinhauser. Exploring the distinctively rich and diverse tradition of photography in Mexico from the 1920s to the present, the exhibition showcases works by important Mexican photographers as well as major American and European artists who found Mexico to be a place of great artistic inspiration.  
Organized by SFMOMA Assistant Curator of Photography Jessica S. McDonald, the selection of more than 150 works draws from SFMOMA's world-class photography holdings and highlights recent major gifts and loans from collectors Daniel Greenberg and Susan Steinhauser. The presentation reflects the collections' particular strengths, featuring photographs made in Mexico by Tina Modotti, Paul Strand, and Edward Weston, along with works by key Mexican photographers including Lola Alvarez Bravo, Manuel Alvarez Bravo, Manuel Carrillo, Héctor Garcia, Lourdes Grobet, Graciela Iturbide, Enrique Metinides, Pedro Meyer, Pablo Ortiz Monasterio, and Mariana Yampolsky.
The exhibition begins with the first artistic flowering of photography in Mexico after the Mexican Revolution (1910–1920) and goes on to look at the explosion of the illustrated press at midcentury; the documentary investigations of cultural traditions and urban politics that emerged in the 1970s and 1980s; and more recent considerations of urban life, globalization, and issues particular to the U.S.-Mexico border region.
Rather than attempting to define a national style, the exhibition considers the range of approaches and concerns that photographers in Mexico have pursued over time. As McDonald notes, "There is no one 'Mexican photography,' but one strand that runs throughout is a synthesis of aesthetics and politics. We see that with Manuel Alvarez Bravo, and we still see it in work made decades later."
As arts and culture flourished in Mexico after the Revolution, many European and American artists were drawn to the country. Among them were Edward Weston and Tina Modotti, who arrived in Mexico in 1923. Inspired by what they saw there, Weston and Modotti in turn motivated Mexican photographers to pursue the medium's artistic possibilities; their influence helped "give Mexican photographers confidence that art photography was a viable path," says McDonald. Hence, the exhibition opens with a selection of works made in Mexico by Modotti, Weston, his son Brett Weston, and Paul Strand during the 1920s and 1930s.
One of the Mexican photographers encouraged by Modotti and Weston was Manuel Alvarez Bravo, who went on to become one of the most influential photographers and teachers in the country's history as well as a key figure in the broader international history of the medium. The exhibition features a substantial number of major works by the photographer, many of them donated or loaned to SFMOMA by Daniel Greenberg and Susan Steinhauser. In considering Alvarez Bravo's career, the exhibition illuminates the birth and development of a tradition of art photography in Mexico. The presentation also includes a selection of works by Alvarez Bravo's first wife, Lola Alvarez Bravo, an important photographer in her own right who established a successful commercial and artistic practice.
In mid-20th-century Mexico, as in the United States and Europe, earning an adequate income as an art photographer was an unlikely proposition. Instead, many photographers made a living through photojournalism, contributing to the numerous illustrated publications in circulation during this period. In the decades following the Revolution, there was great interest in traditional ways of life and in defining what it meant to be Mexican. Some photographers, such as Manuel Carrillo, created images documenting the nation's traditions and celebrating its common people. Others, like Hector Garcia and Rodrigo Moya, rejected this sentimental approach, focusing instead on contemporary concerns and the political and social turbulence that continued to influence post-revolutionary Mexican life.
The late 1960s and 1970s saw the rise of critical theory and a new interest in investigating the nature of photography as a medium; in Mexico as elsewhere, there were more opportunities to study photography and to pursue noncommercial projects. A number of Mexican photographers, such as Lourdes Grobet, Graciela Iturbide, Pedro Meyer, and Pablo Ortiz Monasterio, created extended documentary series. Iturbide lived among indigenous people and recorded the details of their daily lives; Grobet focused on wrestling and the cultural concept of the mask; Ortiz Monasterio captured gritty, dystopian views of Mexico City. The exhibition draws extensively on gifts from Daniel Greenberg and Susan Steinhauser to represent directions in Mexican photography of the 1970s and 1980s.
Since the 1990s, the attention of many Mexican photographers has turned away from cultural traditions and rural landscapes and toward the cities and suburbs where many Mexicans now live. Works by Katya Brailovsky, Alejandro Cartagena, Pablo Lopez Luz, Daniela Rossell, and Yvonne Venegas reflect this interest in the changing social landscape, looking at issues of wealth and class, urbanization and land use, and the effects of the globalized economy.
The exhibition closes with contemporary international photographers' perspectives on U.S.-Mexico border issues. Images by Mark Klett, Victoria Sambunaris, and Alec Soth consider the border as landscape, while works by Elsa Medina, Susan Meiselas, and Paolo Pellegrin document the experiences of migrant workers and people trying, successfully or unsuccessfully, to cross into the United States.
List of Photographers Included
Katya Brailovsky, Lola Alvarez Bravo, Manuel Alvarez Bravo, Manuel Carrillo, Alejandro Cartagena, Eduardo del Valle and Mirta Gomez, Pia Elizondo, Dave Gatley, Oscar Fernandez Gomez, Héctor Garcia, Lourdes Grobet, Graciela Iturbide, Geoffrey James, Mark Klett, Pablo Lopez Luz, Elsa Medina, Susan Meiselas, Enrique Metinides, Pedro Meyer, Tina Modotti, Rodrigo Moya, Pablo Ortiz Monasterio, Paolo Pellegrin, Antonio Reynoso, Daniela Rossell, Mark Ruwedel, Victoria Sambunaris, Alec Soth, Paul Strand, Yvonne Venegas, Brett Weston, Edward Weston, and Mariana Yampolsky.
Images:
1.-Iturbide
2.-Yampousky
3 .-Álvarez Bravo
4 .-García
5.- Meiselas